CHARLAMOS? (Casa)

Una señora de porte señorial y una joven de otro estrato social mantienen una conversación muy cordial.
La mayor de ellas que, como decían las de antigua data: "es muy viajada", comienza a contar sobre sus andadas por el mundo, y de aquello que en sus viajes había tenido la posibilidad de conocer. 
A la joven, al principio, le pareció interesante, por la cantidad, por la lejanía o por la diversidad de culturas que pensó. Pero, a medida que el relato avanzaba, ella comenzó a reparar en algo muy distinto. 
Se percató de que lo que escuchaba eran nombres, pero no vivencias. Nombres de lugares, calles, ciudades, continentes, comidas, etc. Nombres que le resultaban vacíos. No entendió por qué les sonaban de esa manera, quizás era porque no los conocía. Aún así, permaneció callada.
Llegó su turno de contar y, si bien había conocido otros lugares, prefirió hablar del que más conocía. Pero no sólo eso, decidió además no decir de dónde se trataba. 
Así es que habló de las características de ese lugar, el color que más resaltaba, de los árboles que más le gustaba ver allí y de los animales que más le habían llamado la atención. A dónde iba a ver el atardecer y a dónde a leer. Lo que comía y bebía. A quiénes visitaba para que el tiempo se mida en historias. Y qué era lo que aún hacía falta para que sea más igualitario ese lugar.
La señora quedó encantada y, si bien tenía curiosidad por saber a dónde era tan maravilloso lugar, esperó a que la joven termine para preguntarle.
La joven le respondió que se trataba de la ciudad en la que se encontraban, en la que ambas habían nacido y, de la que sabía que la señora no disfrutaba.
La mayor quedo impactada y vió, desde otra perspectiva, a la ciudad que pasivamente habitaba.
En cambio, la joven comprendió de qué se trataba el vacío que le pesaba. Pues, para ella, los nombres no son sino para compartir aquello que hemos podido, o no, sentir.

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